La prensa deportiva, muy dada a términos gradilocuentes, no ha desaprovechado la ocasión para señalar que la verdadera ciclogénesis tuvo lugar en Anoeta o Mestalla con la sonora derrota culé y la apabullante victoria del Real Madrid respectivamente.
Escuchando la radio este fin de semana, sobretodo cuando era la hora de los carruseles donde se informaban de los resultados de la 2ªB, se narraba la lucha contra los elementos que se dio en algún campo de fútbol. Y particularmete me llamó la atención de lo que se narraba desde el Estadio El Nuevo Malecón. El nuevo estadio (inaugurado hace ahora un año) donde juega el equipo cántabro de la Real Sociedad Ginmástica de Torrelavega, más conocida como la Gimnástica.
Modestísimo club centenario que jamás ha militado en 1ª división, y que hace más de 40 que no pisa la 2ªA. Por tanto su existencia ha sido siempre vagar pos esas categorías del inframundo balompié, lejos de los focos mediáticos. Y en ese diminuto pero coqueto estadio se jugó un partido de fútbol bajo la influencia de la clicogénesis explosiva este fin de semana.
El resultado para mí es lo de menos, pírrica victoria local por 1-0 ante el Peña Sport, lo que quiero destacar son las imágenes que deja para el recuerdo dicho encuentro. Imágenes que evocan otras décadas, otro fútbol ya casi desaparecido, en auténticas vías de extinción. Y que quizás haya que bajar a las galeras del fútbol nacional para encontrar la esencia de este deporte.
Lejos de las TV de pago, del Marca, de Punto Pelota, de grandes multinacionales deportivas, se debaten cada fin de semana jornaleros anónimos con más amor por este deporte que euros en sus escuálidas nóminas. Demuestran tanta pasión o más que los fieles aficionados que acuden al partido para ver a su equipo en un auténtico día de perros, con un frío considerable, bajo un viento y una lluvia demencial, para ser testigos de un exigua victoria local.
Lejos de las TV de pago, del Marca, de Punto Pelota, de grandes multinacionales deportivas, se debaten cada fin de semana jornaleros anónimos con más amor por este deporte que euros en sus escuálidas nóminas. Demuestran tanta pasión o más que los fieles aficionados que acuden al partido para ver a su equipo en un auténtico día de perros, con un frío considerable, bajo un viento y una lluvia demencial, para ser testigos de un exigua victoria local.
¿Qué recordarán de ese día? La épica de luchar contra los elementos: lluvia, viento, frío y barro. Barro, mucho barro que impide la circulación de la pelota, que doblega por una vez la fina técnica a la gruesa entrega, al sacrificio y la lucha. Acaso recordaríamos de una mejor forma la victoria en Copa ante el Racing de Santander si hubiese sido en un día soleado y en calma. Yo creo que los adversidades meteorológicas (junto con las institucionales y deportivas) añadieron un plus para que se fijara eternamente en la memoria colectiva de la afición amarilla.
Lo más grande del fútbol es que no es necesario asistir a la Scala de Milán para ser testigos de una historia épica digna de ser protagonizada por el mayor de los héroes. Y ahí está la consecución del gol por parte de Carlos Álvarez, una mezcla de fuerza y casta hasta casi la extenuación para finalizar con una bella definición.
Quizás muchos dirán que con el terreno de juego en ese estado no se debería de disputar el partido, pero... ¿qué quieren que les diga? a mí me hubiese encantado estar en ese graderío.
Pueden ver el resumen del partido a continuación junto con una galería de imágenes.