En el día de ayer quisimos dedicar nuestra (breve) Previa del partido ante el Betis (la pueden ver aquí) a insuflar ánimos y confianza ante el difícil partido que se nos presentaba. Y nada mejor que recuperar la gesta Copera de 1978 que, a pesar de terminar con derrota, se recuerda como una de las páginas más gloriosas de la historia de la UD Las Palmas. No quisimos realizar ningún análisis, tan sólo nos remitimos a nuestra historia, queríamos tocar allá donde el nace el sentimiento amarillo. Nada más.
Todas las despedidas son amargas si no hay una certeza de un reencuentro cercano. Y nuestro adiós de la Copa del Rey ha sido de esas despedidas que tienen sabor a reencuentro, al mejor de todos ellos: el reencuentro con uno mismo.
Llegaba el equipo a la capital andaluza con una sacudida en forma de derrota en el frigorífico soriano, inapelable a pesar de los peros que se le podían etiquetar con más o menos justificación. En Heliópolis se frotaban las manos ante tal panorama. Pero acabaron frotándose las manos por el frío que les provocó la imagen de una eliminación suya que estuvo tan cercana como lo ha sido la nuestra.
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¿Que poso deja el partido? Nos deja un equipo que ha sabido reponerse, ha vuelto a encontrarse consigo mismo, y ha despejado de un plumazo las dudas de los más indecisos. Y lo ha logrado sufriendo claras oportunidades de gol verdiblancas, desaprovechando ocasiones claras de gol para matar la eliminatoria, lo hace incluso a pesar del fallo de unos de sus mejores hombres en la noche de ayer. Si somos capaces de lograr esto con tantas aristas, el día que el 50% de nuestras taras sean corregidas, ya no habrá nadie que albergue ninguna duda.