La UD Las Palmas cayó derrotada con honor en los Juegos del Mediterráneo, derrota exigua e injusta si nos atenemos a lo visto en el césped. Tan sólo cuando fue mermado el número de guerreros amarillos sobre el césped, cuando las fuerzas, que como almas etéreas languidecían, llegó el gol que definió el partido y la eliminatoria. Se podría decir que la UD cayó con las botas puestas, aunque preferimos pensar que cayó con el orgullo intacto. En el auténtico epicentro de la temporada se volvió a encontrar a sí misma, tanto a nivel de juego como en su carácter guerrero y entrega incondicional, una Unión deportiva imperfecta pero que encandila a su afición desde la entrega, brega y sacrificio de quienes la conforman.
La imperfección tiene aristas conocidas: las carencias en la creación,
una plantilla larga aunque descompensada, jugadores llamados a ser
protagonistas que no lo fueron, cantos de sirenas que rodean a los valores más
preciados entre otras. Pero a pesar de todo ello ahí estaban, donde tenían que
estar. Y Sergio Lobera fue el primero en darse cuenta.
El técnico aragonés demostró su capacidad de aprendizaje (a través del
ensayo error, a base de los golpes que te da la competición) y dispuso el
planteamiento táctico que mejor armaba a su equipo para soportar las embestidas
del Almería. Sistema táctico compatible para generar fútbol con variantes y
asociación. El doble pivote Vicente – Castellano no solucionaba los problemas
de creación de la UD pero sí aportaban una solidez defensiva al entramado
amarillo más que necesario, se
buscaba desarmar los argumentos futbolísticos del Almería que tanto hizo sufrir
al equipo grancanario en el partido de ida. El desplazamiento forzoso de Nauzet
Alemán se compensaba con la figura del enganche que maestría asume el veterano
Javi Guerrero. Sus inteligentes movimientos entre líneas, su capacidad
asociativa, su olfato de gol y su experiencia aportan un plus al juego
amarillo. Un as escondido que ha estado infrautilizado esta temporada, sólo se
ha recurrido a él en los momentos de apuros. La participación de Nauzet fue
testimonial, lamentablemente uno de los emblemas de este equipo, uno de los líderes
dentro y fuera del campo tuvo una estéril aportación, desaparecido más que
escorado en la banda parecía que
estuviera varado, totalmente naufragado. Su “ausencia” se notó mucho.
Durante gran parte del partido el Almería creía tener el partido
controlado en ese juego del engaño que firmaría el mismísimo Sun Tzu para su “El
Arte de la Guerra”. Una seriedad atrás, que añoraba desde hacer jornadas la UD,
hizo palidecer la gran mayoría de jugadas ofensivas del Almería. A partir de
ella armaba peligrosas contras que hicieron temblar a una defensa local que
parecía superada por la exigencia de la cita. De esta forma se llegaron a escuchar
silbidos que caían como cuchillos al sistema nervioso de los jugadores desde su
propio graderío. Eran los mejores minutos de la UD, el entramado de sociedades
que generó Lobera funcionaba a la perfección: el eje central de la zaga con los
medioscentros, Atouba elegante, experimentado, técnico y eficiente con un
Vitolo crecido, agrandado, gigante, enorme. Por su parte Guerrero con Thievy, y
éstos con Nauzet Alemán, percutían principalmente por la zona centroderecha del
campo. Se crearon suficientes ocasiones pero la tónica de la temporada, el alto
nivel de ocasiones necesarias para perforar las porterías del contrario tampoco
se ausentó ayer. Ocasiones fallidas de Thievy (varias), Nauzet, Vitolo,
Vicente, etc….
Tuvo que ser rescatado Chrisantus de la oscuridad del banquillo para
aportar luz a una ilusión que marchitaba a pocos minutos para el final. Una vez
más, la dichosa Zona Cesarini, tramo del tiempo donde aquellos que bregan,
pelean y tienen fe en su trabajo obtienen beneficios, y también, porqué no
decirlo, periodo donde la suerte es también una aliada interesada. Aunque en
esta ocasión no era el caso. El delantero nigeriano subió el empate al marcador
y puso la prórroga sobre el tapete cuando los locales casi celebraban su
clasificación para la final del Play Off. El gol de Macky Chrisantus sirvió
para contrarestar el obtenido en el minuto 60 por un Charles bastante gris en
la tarde de ayer, quizás mermado por la lesión que sufrió en el partido de ida.
El gol amarillo espoleó a las huestes de Sergio Lobera que veían como
todos los cambios que introdujo sobre el césped fueron dando sus frutos, Tato
aportó la verticalidad necesaria donde Nauzet naufragó, Chrisantus aportó garra
y gol donde Guerrero se vació en otras labores, Momo entró para generar
asociación y verticalidad con mayor criterio por Vicente cuando Corona había
abandonado el césped. Se disfrutó de una primera parte de la prórroga donde se
intuía, se sentía el gol amarillo, pero lamentablente no se dio. Primer un
penal en contra bastante riguoroso, luego la expulsión de Chrisantus, de
revulsivo a pardillo por caer en las provocaciones rivales, y finalmente de
Javi Castellano decapitaron las opciones de la UD a escasa distancia del
objetivo: un gol. Tan sólo un gol separaba a la UD de su objetivo pero tan
mermada numéricamente, mentalmente y físicamente era una empresa casi
imposible. El gol postrero de Charles es casi anedóctico, pues de poco valdría
si la UD llega a lograr ese único gol que necesitaba.
Ya comentó nuestro redactor Fran Artiles en una de sus columnas, llevando la contraria al gran Fontanarrosa, que muchas veces es necesario perder
para aprender y mejorar. No hace mucho tiempo el Atlético de Madrid quedó
fuera de una Europa League por la misma distancia. Quizás si hubiese entrado,
no se hubieran dado los pasos necesarios parar llegar al lugar donde está hoy
en día. Y dentro de las derrotas también hay victorias, y la UD salió ganadora
de cara a su afición por la actitud mostrada. Incluso aquellos que reniegan de
ella, no habrán tenido motivos (al menos de este partido), de la actitud, el
empeño, la entrega, la brega y el sacrificio mostrado por cada uno de sus
componentes. Aunque claro, para el renagado siempre habrán motivos para
justificar su disidencia. Aunque eso ahora, sinceramente, no nos preocupa lo más
mínimo.
Toca digerir la derrota, toca secarse las lágrimas, hacer desaparecer
la armagura de nuestras bocas, los objetivos marcados a comienzos de la
temporada se han cumplido. Habrá quien reproche que hubo momentos incluso donde
pudimos aspirar al ascenso directo, y no le falta la razón. Cierto es que hubo
momentos donde la UD lo tuvo de cara para encaramarse a la segunda plaza, pero
la realidad de la competición demostró
que el equipo era inmaduro para afrontar ese reto, no estába preparado,
no tenía los suficientes recursos humanos ni mentales para ello. Esta
experiencia debe servir para mejorar en ambos.
A la espera de que se marquen las líneas del próximo proyecto
deportivo el camino está más o menos claro. La UD ha dado un salto de calidad y
competitivo, que a pesar de las futuribles bajas, no debe de mermar sino, en todo caso,
aumentar. Se ha demostrado que uno de los lemas de guerra de esta temporada, "Sí
se puede", es más que cierto. Se ha podido, se puede y se podrá.
La próxima temporada más.