Se le atribuye a Jorge Valdano una frase que posiblemente sea tan antigua como el mismo fútbol, reza así: "El fútbol es un estado de ánimo". Y sin duda si no es dogma, debería serlo ya que es de las pocas verdades constatables dentro de la vorágine que rodea al balón. En toda actividad del hombre donde la pasión esté presente queda indefectiblemente ligada a la anterior sentencia. Y si partimos de la reflexión que la pasión, ese sentimiento tan humano, padece una bipolaridad que contagia allá donde está todo será mucho más fácil de entender. Pasión, el deseo ávido, la inclinación o preferencia por algo o alguien pero también delirio, frenesí, dolor, padecimiento y sufrimiento por lo mismo. Y la UD Las Palmas, y todo lo que la rodea, lo ha seguido a pies juntillas en las últimas semanas.
Tras cuatro derrotas consecutivas, todas ellas dolorosas por la incapacidad y la actitud propias, por la identidad de quien te vencía, o el propio escenario donde acontecía, todo lo que fue amarillo parecía ser cuanto menos gris, sino negro. Las dudas emergían incluso de algunas certezas y verdades absolutas, se puso bajo sospecha hasta lo incuestionable, se juzgó a todo aquel que se tuviera en el punto de mira, y se intentó finiquitar todo un proyecto que, flaqueaba sí, pero que aún no estaba ni vencido ni perdido.
Pero llegó Huelva, el Nuevo Colombino, un Recreativo debilitado pero que aún defendía su 2ª plaza, y una UD menor, una UD herida en el orgullo que supo trazar un plan para llevarse el preciado botín de los tres puntos. Hasta ahora quizás la victoria más importante de la temporada, una victoria carente de épica, sin poesía, no hubo violines ni armonía, se cabalgó en ocasiones de forma atropellada, heridos, dubitativos de las posibilidades pero con la certeza que sólo había un resultado posible. En algunos momentos la suerte nos acompañó y en otros el miedo y el temor como en el lance de Valerón, pero supimos reponernos para salir victoriosos. Y ahí radica la importancia de la victoria obtenida, ser capaces de ganar cuando no se jugó bien, cuando el ánimo estaba decaído, cuando la desconfianza estaba instalada en el entorno, cuando nadie apostaba por ello.
Ahora que la calma nuevamente nos acompaña, hay que restañar las heridas y ver las cosas con la perspectiva necesaria. Reconocer los errores, buscar las soluciones y evitar nuevamente caer en ellos. No hay que lamentarse por las oportunidades perdidas, en todo caso agradecer lo que la igualdad de la competición nos ha ofrecido en el que será quizás nuestro gran bache de la temporada. La UD Las Palmas no ha salido a nivel clasificatorio tan dañada como los resultados podrían hacernos pensar, a tres puntos y a cinco se encuentran el ascenso directo y el liderato respectivamente, no hemos llegado al meridiano del campeonato y el mal momento ya lo hemos pasado. La UD Las Palmas con sus carencias, con sus virtudes, sus aciertos y sus errores sigue aún aspirando a todo. Cambiar el chip, creer que es posible y alentar y trabajar por ello ya es un ejercicio personal, un esfuerzo introspectivo, el ánimo que vale la pena tener.