En los derbis nunca hay claros favoritos a pesar de las diferencias clasificatorias que puedan existir, y el clásico canario no lo va a ser menos, con un C.D. Tenerife renovado de moral que con el nuevo entrenador ha encontrado algo de luz en la sombría dinámica en la que transitaba por la Liga Adelante.
Raúl Agné prometió en su presentación un equipo blanquiazul atrevido
y dominador, generoso en el juego y en el esfuerzo, algo que los seguidores
tinerfeños estaban echando de menos en un juego y en unos resultados contagiados
por el pesimismo de un insatisfecho cuerpo técnico, dirigido por Álvaro Cervera,
que nunca asumió las carencias económicas y de gestión de la secretaría
técnica.
Una secretaría técnica, gestionada por el revalidado Alfonso
Serrano, que nuevamente ha demostrado su incapacidad para cumplir con sus
objetivos en el club chicharrero, reforzar suficientemente a un equipo con limitados
recursos económicos, con unos fichajes que han sido más polémicos que rentables,
como lo ha sido el de Uli Dávila, para discordia del aficionado a la U.D. Las Palmas;
o el de “Ruso” García, desvinculado del club a los pocos meses tras arremeter
contra Cervera. Raúl Agné, con la ilusión y hambre intrínseca de un entrenador novel,
ha llegado con la intención de reflotar el barco con los mimbres que tiene,
objetivamente suficientes para lograr la permanencia, y ha cambiado el chip de
un conjunto que el pasado sábado demostró ser otro muy distinto: intenso, muy
ambicioso de cara a puerta, sin complejos para llevar la iniciativa en el
terreno de juego ante uno de los equipos más competitivos de la categoría como
el Real Valladolid.
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