11 de septiembre de 2016

OPINIÓN || VITOLO, DE ÍDOLO AL PAREDÓN


El fútbol, terreno abonado de pasión desmedida, es en ocasiones tan volátil que lo que hoy es blanco mañana puede ser negro, y lo que hoy es válido mañana puede no llegar a serlo. Como no, todo suele depender del escudo y la camiseta que se vista y si el beneficiado o el perjudicado es tu equipo. Y esto lo está conociendo ahora, porque lo está viviendo en su piel, el sevillista Vitolo, canterano amarillo, orgullo para la inmensa mayoría de la hinchada de la UD Las Palmas hasta ayer.

Una acción sobre el de San Cristóbal que el árbitro interpretó como penal (bastante riguroso) acabó siendo el principio del fin para Las Palmas en el Sánchez Pizjuán. La acción deja poco lugar a la duda, Vitolo busca el penal, como camino más corto para lograr el empate. Una acción de castigo que ha provocado una indignación mayoritaria entre los aficionados amarillos en las redes sociales contra el jugador. Yo mismo exclamaba: "tú no Vitolo, tú no" como si fuera Julio César ante Bruto en la famosa traición de los Idus de Marzo.

Pocos no han sido quienes, encolerizados, han etiquetado al jugador de traidor, de no querer a la Unión Deportiva e incluso llegando más allá, al atacar un símbolo, el símbolo de su isla, de su tierra. Realmente, sería un error dejarnos arrastrar por la pasión y la sensación de impotencia que ha dejado como poso el resultado final. No se deje llevar, no dude de los sentimientos del jugador hacia la UD Las Palmas y hacia Gran Canaria.

No hace falta recordar que precisamente Vitolo, junto con David Silva, son dos de los mejores embajadores del Cabildo de Gran Canaria, que no hay ocasión que desaproveche para proclamar su orgullo por sus tierra de origen, tanto Gran Canaria en particular como Canarias en general. Es más, poco después de ganar su primera Europa League, el jugador estaba como uno más de nosotros llorando por el Cordobazo. Al año siguiente, con su segunda Europa League bajo el brazo, era uno más en la fiesta de celebración del ascenso junto a la plantilla amarilla que disfrutó, me atrevo a decir incluso, que mucho más que las de las finales continentales.

La acción del Sánchez Pizjuán, reprochable en todo momento por ser una acción alejada de lo que entendemos por fair-play, no es sino el resultado de un fútbol hiper-profesionalizado  que no da cabida, salvo en contadas y muy raras ocasiones, al sentimiento y al romanticismo. Incluso se puede traducir como una jugada común, habitual, donde por inercia la mayoría de jugadores buscan el castigo en forma de penalti en vez de fajarse por el gol. Si la acción hubiese sido al contrario, con la UD Las Palmas beneficiada, me atrevo a decir que prácticamente ninguna vestidura se hubiese visto rasgada por la indignación.

A mi me memoria me viene un lance de un  Sporting-Celta  de mediados de los años 90, donde los hermanos Julio y Patxi Salinas, en el Deportivo y el Celta respectivamente, se veían implicados en una jugada polémica. Julio Salinas se deja caer cerca del área para provocar una falta peligosa cuando era defendido por su hermano, el arbitró la acabó pitando y mostró cartulina amarilla al defensor. Dicha jugada acabaría decantando el encuentro del lado gijonés, mientras Patxi Salinas fuera de sí no se creía lo que había pasado y le pedía explicaciones de forma exacerbada a su hermano Julio, mientras éste escurría el bulto y era protegido por el resto de sus compañeros. La cena de Navidad de aquel año en casa de los Salinas tuvo que ser muy divertida.

Foto: ©ABC.es
















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