Cuando en el minuto 2 (Gameiro dentro del área remató una buena asistencia de Saúl) vas perdiendo contra el equipo que posiblemente mejor defiende de Europa, sabes que no va a ser una buena tarde. Pero si además, se encajan dos goles (Saúl, de córner y otra vez Gameiro) y a los 17 minutos vas perdiendo 0 a 3 sabes que ya la tarde se ha torcido por completo. Y no queda otra que dar la cara, que sacar el orgullo de un equipo al que todos los partidos y todos los rivales parecen el Angliru, parecen gigantes.
Enfrente, el Atlético de Madrid, un gigante de verdad que llegó al Gran Canaria con la mirada puesta en Champions y que trató por la vía rápida de finiquitar los tres puntos. La UD apenas circulaba el balón con velocidad por lo que la férrea defensa atlética apenas sentía un leve cosquilleo con cada ataque amarillo, previsibles por completo. Sólo alguna incorporación de Dani en combinación con Jesé provocaron algún problema al equipo de Simeone.
El equipo no estaba y fue barrido. El Atlético de Madrid era un coloso y la UD cera, barro, azúcar, nada. Un auténtica pena. Una caída de brazos monumental, histórica, lamentable ante un equipo superior en los papeles y en la práctica.
La segunda parte arrancó con un palo del Atlético de Madrid y la lluvia que barruntaba por la mañana no cayó como se esperaba sino en forma de goles y apatía.
La expulsión exagerada de Boateng por doble amarilla no hizo mella, ni se notó, en un partido al que sobraron, prácticamente, 75 minutos. Thomas, en una buena incorporación por banda combinó con Correa, dos suplentes e hicieron el cuarto y refrendaron con esa acción lo que realmente sucede en estos tramos de la temporada en los que hay equipos y jugadores que sí se juegan el puesto, la vida, los puntos. Además de por calidad y presupuesto, en el Gran Canaria hubo una notable diferencia de actitud y necesidad, unos, los locales parecieron impasibles ante el ciclón y otros, tras lograr amarrar los puntos decidieron sestear hasta que pitase el árbitro.
En el último minuto, Fernando Torres cerró la manita para los colchoneros en un partido en que la UD fue un alma en pena, donde los jugadores deambularon por el campo. Una auténtica pena. Un auténtico drama porque la camiseta amarilla no se puede manchar con espectáculos como este.
De aquella UD de diciembre, no queda nada.