Tras la debacle de Montilivi la UD se rehizo para conseguir la cuarta victoria de la temporada, la primera desde que Paco Jémez cogió las riendas del equipo. La UD acabará la jornada a cuatro puntos de la permanencia independientemente de lo que suceda en Mendizorroza. El tanto de penalti de Jonathan Calleri dio tres puntos vitales que acrecientan la mermada moral amarilla. Permitiendo que el ridículo de Girona pueda ejercer de punto de inflexión para levantar el vuelo después de una victoria merecida con remontada incluida.
Esta segunda parte sí que fue buena. El empate de Viera antes del descanso fue trascendental, pero no iba a ser suficiente si nos volvía a dar la pájara en el segundo tiempo. Afortunadamente la UD salió del vestuario a comerse al equipo ché, con las lineas más adelantadas que de costumbre y con una presión incesante que hizo que la escuadra valenciana se rompiera en dos. Con Peñalba como ancla y Gálvez defendiendo con tenacidad, los dos locos bajitos -Tana y Jonathan Viera- empezaron a hilvanar pases, posibilitando que el juego amarillo resultara más fluido que durante el segundo tiempo. A destacar el papel de Tana, que estuvo inmenso con y sin el balón en los pies, demostrando que cuando quiere puede. Lo que ya no es novedad es el excelso rendimiento de Jonathan Calleri. Su constante lucha es digna de elogio, el balón que recuperó en campo contrario tras una perdida de los suyos se mereció la ovación de la grada. Además se ofreció en todo momento, remató todo lo que vino y provocó la expulsión de Vezo.
A seguir remando para no morir en la orilla. Con prácticamente toda la segunda vuelta por delante, necesitamos unos registros antagónicos a los cosechados en la primera mitad del campeonato para salvar la categoría. Para ello antes era primordial recuperar las buenas sensaciones, como diría el bueno de Quique Setién. Ahora esto debe tener continuidad, intentando rascar lo que se pueda como foráneo -primera parada: Wanda Metropolitano- y haciendo de El Estadio de Gran Canaria el fortín a partir del cual se cimente nuestra salvación. Ayer tras adelantarse el Valencia con tan sólo cinco minutos de juego, los gladiadores amarillos no bajaron los brazos ni se desmoralizaron como había ocurrido en partidos anteriores. Las expulsiones evindetemente ayudaron, pero no fueron más que el resultado de la frustración mostrada por los pupilos de Marcelino. Debemos seguir luchando para poder permitirnos soñar con algo que parecía casi imposible a tenor de lo acontecido en tierras catalanas. Sigue siendo complicado, pero no imposible. Así sí se puede.