Enésimo intento de la Unión Deportiva Las Palmas de remendar una situación que se antoja, cada vez más, irreversible. Un despido que se muestra tardío, tanto o más que la del sustituto que llega. ¿Logrará Pepe Mel el milagro en el que confiaba ciegamente Paco Herrera? El tiempo lo dirá.
Trece puntos en trece partidos. Ese es el lamentable bagaje con el que Paco Herrera quería seguir aferrándose al sueño del ascenso. Un rendimiento numérico paupérrimo que sacó, con el técnico catalán al frente de la nave amarilla, al equipo amarillo de los puestos de promoción hasta colocarlo un en penoso undécimo puesto. La diferencia con el último puesto que da billete para soñar está a nueve puntos, un lanzado Cádiz con cuatro victorias consecutivas que se encuentra 6º con 38 unidades en su casillero, que serán +3 cuando se le sumen los de su partido contra el Reus.
La contratación de Herrera sorprendió por su "semi"retiro griego y por la imagen paupérrima en el juego y en la formas que dejó en sus últimos 8 partidos como técnico amarillo tras el ascenso. Pero su regreso se entendía desde su capacidad para ser condescendiente y servil con Miguel Ángel Ramírez y por su escaso caché. Todo lo demás, su aura como técnico exitoso, su eslogan ("nos vemos en la guagua") y sus números como entrenador con más partidos en segunda, era un puro ejercicio de "mercadotecnia". Quien se los quiso tragar como argumentos de ascenso, lo hizo. Quienes, como en esta redacción, realizamos un ejercicio crítico, razonado y con más argumentos de los que destilan los medios oficiales y oficiosos de la Unión Deportiva, sabíamos que su llegada no mejoraba en nada a lo que ya había. Si acaso, lo contrario.
Y aquí estamos, tres meses y medio después del despido de Jiménez y la contratación de Herrera, tras agotar el limitado camino de ascenso a primera, en peores circunstancias clasificatorias, en un grave déficit anímico y de confianza, con una afición aún más desapegada que baila a diario entre la indiferencia y la decepción con el club de sus amores. Ese es el panorama que se encuentra Pepe Mel. Un técnico que por gusto futbolístico casa perfectamente con el perfil técnico y asociativo de la plantilla creada para aspirar al ascenso. Si su contratación no llega tarde por 7 meses, al menos lo es desde hace poco más de tres.
Pepe Mel es un técnico que ha disfrutado tanto del éxito como ha sufrido el fracaso más absoluto. Pero siempre fiel a su libreto de estilo, muy acorde con lo que gusta mayoritariamente en la casa amarilla. Como Jiménez, como Herrera también, la dirección deportiva y la directiva de la Unión Deportiva se aferran a la magia que destilan como técnicos de ascenso (en dos ocasiones lo logró Pepe Mel con el Real Betis).
La pregunta que queda en el aíre es clara: ¿Llega a tiempo?. Las matemáticas dictan que sí, los variables incontrolables que rodean al fútbol claman un no rotundo. Trabajo tiene por delante: recuperar la confianza de unos jugadores tocados en lo anímico, recuperar para la causa a una afición desencantada que deserta en mayor número según pasan las jornadas y todo lograrlo mientras, sin tiempo de margen para implantar sus métodos, logra resultados, o sea, victorias que eviten que el equipo descarrile de su objetivo. Todo un reto para Pepe Mel.
Ni el técnico ni el club amarillo quieren un contrato de larga duración. No se ve más allá de esta temporada, de la que restan 14 jornadas. Todo lo que suceda después quedará supeditado a lograr, o no, el ascenso de categoría.